Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100025
Legislatura: 1872
Sesión: 13 de mayo de 1872
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 17, 124 a 128.
Tema: Contestación a la interpelación números 3 y 4, del Sr. Gándara.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Montejo y Robledo): La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Sres. Senadores, pocas veces me he encontrado en situación para mí tan embarazosa como la en que en estos momentos me hallo; porque si he de decir la verdad, no sé cómo contestar al Sr. Gándara; y porque además yo no recuerdo en la historia parlamentaria de nuestro país, ni en la historia parlamentaria país alguno, una cosa semejante a la que está ocurriendo hoy en el Senado español.

Toda la cuestión, en puridad, está reducida a un funcionario público cuyo nombramiento y cuya separación compete exclusivamente al Gobierno, que ha presentado su dimisión y que le ha sido aceptada. ¿Y [124] este es motivo para llamar la atención del Senado y para que venga ese funcionario público a defender sin duda su puesto de la manera que lo ha defendido el señor general Gándara? ¿Es este motivo para que el señor Gándara, si estaba conforme con la política del Gobierno (porque ha presentado su dimisión y el Gobierno se la ha aceptado), es este motivo, repito, para que se ponga enfrente el Gobierno, y hasta ponga en duda el apoyo al Gobierno en las cuestiones de orden público? ¿Es que S.S. no aceptaba la política del Gobierno antes de dejar el cargo que ha venido desempeñando hasta hace pocos días? Pues si no aceptaba esa política y se encontraba en ese puesto, permítame S.S. que le diga que no estaba bien en él, y que S.S. ha debido hacer desde luego la dimisión con tiempo, oportunamente. ¿Es que estaba S.S. conforme con la política del Gobierno? ¿Es que le parecía bien la política del Gobierno? ¿Pues cómo si le ha parecido bien esta política hasta hace tres días, que desempeñaba un cargo público, no le parece hoy bien esta misma política, hasta el punto, Sres. Senadores, de evitar el prestarle su apoyo en las cuestiones de orden público? Pues esto que es de sentido común, esto que es el a b c del gobierno y de la administración cuando se trata de un funcionario cualquiera, ¡qué trascendencia tiene y qué trascendencia no puede tener cuando se trata de un cargo de la naturaleza e importancia que entraña el desempeñado por el Sr. Gándara! Es necesario que los funcionarios públicos sepan no sólo desempeñar su destino, sino que sepan abandonarlo. (El Sr. Gándara: No recibo lecciones de delicadeza.) Pues las necesita S.S., puesto que no ha dado pruebas de saberlo abandonar. (El Sr. Gándara: Yo le contestaré.) Es necesario que los funcionarios sepan abandonar sus destinos, que tengan la abnegación de dejarlos cuando conviene al Gobierno y al Estado, y es necesario que no se crean por eso agraviados ni resentidos hasta el punto que se cree S.S. ¿Dónde está, además, el agravio? Su señoría ha supuesto que el Gobierno ha indicado la necesidad de que S.S. haga dimisión de su cargo, por varias quejas que el Gobierno tenía, y las ha enumerado.

Primera queja de las que supone S.S. que tenía el Gobierno: ?que favorecía los intereses de cierto partido.? Segunda:?que no impedía que fueran a cierto sitio los individuos de otros partidos que no fuesen del partido del Gobierno.? Tercera:?que criticaba las operaciones de la guerra.? Pues yo puedo decir al Senado que he oído con asombro esas tres quejas y esos agravios que el señor general Gándara atribuye al Gobierno, porque el Gobierno no se ha quejado NUNCA, ni ha dicho a nadie que S.S. favorecía los intereses de algún partido. El Gobierno no se ha quejado NUNCA, ni a S.S. ni a nadie le ha dicho una palabra acerca de las personas que tengan por conveniente ir al Real alcázar. Finalmente, el Gobierno no ha expuesto a nadie las quejas que S.S. ha enumerado. Pero ¿por qué cree el señor Gándara que el Gobierno podía tener esas quejas, por qué lo creía? ¿Las ha oído el Sr. Gándara al Gobierno? ¿Ha oído que a alguien se las haya dicho el Gobierno? Pues entonces, ¿por qué cree que el Gobierno estaba quejoso de S.S.? Porque no impedía la entrada en el regio alcázar de ciertas personas, y porque criticaban las operaciones de la guerra. Pues si el Gobierno hubiera tenido esas quejas, se las hubiera dicho. ¿O es que el Sr. Gándara ha venido aquí a contestar a los periódicos, a lo que pueda decir la opinión pública, haciendo de sus palabras blanco al Gobierno? ¿Y es posible que un funcionario público se encuentre en el deber de contestar en un Cuerpo Colegislador a todo lo que la opinión pública diga, cuando se ve en la necesidad, por exigencias de la política, de abandonar un puesto, cuando al abandonarlo puede prestar un servicio casi mayor que el que presta continuando en su desempeño? Repito, señor Gándara, que es necesario saber tener circunspección, y como dije antes, saber abandonar el puesto que se ocupa, porque muchas veces, vuelvo a decir, se hace mayor servicio abandonándolo que continuando en él. Pero el Sr. Gándara, en el deseo de explicar lo que cree agravios (y entonces debe haber muchas personas agraviadas de éste y de todos los Gobiernos porque se les aconseje que presenten la dimisión), en el deseo, repito, de explicar lo que cree agravios, ha entrado en pormenores que yo no debo entrar. Porque S.S. que ha dicho que iba a tener prudencia muchas veces, hubiera sido mejor que sin decirlo tanto, la hubiera tenido mayor. Su señoría ha entrado en ciertas explicaciones que a mí no me es dado contestar y que no contestaré, solo diré al Senado una cosa, y es, que si no hubiera estado o no estuviera justificada la medida del Gobierno, manifestando el deseo de que S.S. presentase su dimisión, su señoría en la sesión de hoy la hubiera sobradamente justificado.

Sin embargo, no puedo menos de hacerme cargo de algunas cosas en lo que se refiere a conversaciones que S.S. supone habidas conmigo.

Su señoría, es verdad, me ha hablado muchas veces de las cosas de la guerra, como Ministro. Pero yo, por el cariño que a S.S. tenía, y por las consideraciones que debía guardarle en el puesto que ocupaba, no le daba la contestación que S.S. merecía; porque al decirme a mí cómo se debían disponer los cuerpos de ejército, las medidas que se debían tomar, y los medios a que debía apelarse en la parte militar, tratando de los planes más graves, más profundos y de mayores consecuencias que podía llevar a cabo un Ministro de la Guerra, podía yo haber contestado a S.S.:?Señor Gándara, no se meta S.S. en eso; el Gobierno tiene su Ministro de la Guerra, y a él le compete ese asunto; y en todo caso, si S.S. es amigo particular, o por lo menos compañero del Sr. Ministro de la Guerra, puede hablar con este Sr. Ministro sobre eso, pero no decir al Presidente del Consejo lo que debe hacerse para el caso en que vinieran ciertas eventualidades.?

Yo no quise contestar eso a S.S., porque oía sus consejos como oigo los de todos mis amigos, y muy particularmente los de S.S., que son tan ilustrados, para que no fuera escuchado por mí con mucho gusto.

También se ha referido el Sr. Gándara a otra conversación conmigo tenida a consecuencia de la dimisión de S.S. Yo no ofrecí ni podía ofrecer nada a S.S. Lo que yo decía a S.S. era:?No tiene remedio; las exigencias de la política son de tal naturaleza, que obligan muchas veces a los Gobiernos a hacer aun aquello que como particulares sienten hacer. Pero no hay remedio; es conveniente para S.S., es conveniente para el Gobierno, y es conveniente para las instituciones, que deje S.S. ese puesto; y esto no es agravio para su señoría, porque no hay en ello ofensa de ninguna clase. Las circunstancias de la política pueden hacer necesaria la salida de S.S. del puesto que ocupa, sin que eso sea ofensa para S.S. y sin que el Gobierno tenga una queja personal contra S.S., porque no siempre ni todos los hombres han de prestar servicios a su país en un mismo puesto; S.S. puede ser hoy inconveniente [125] en el puesto que ocupa, y mañana ser muy conveniente y muy útil en otro puesto.?

A esto contestó S.S.:?Aunque se me ofrezcan todos los puestos del país uno detrás de otro, yo no puedo aceptar ninguno, porque sería un agravio.? Pues su señoría no puede agraviarse por eso, porque no hay en ello agravio alguno.

Pero en último resultado, Sres. Senadores, ¿de qué se trata aquí? Yo voy a admitir que el señor general Gándara no ha faltado a su deber; que no favorecía los intereses de ningún partido; que no hacía política contraria a la del Gobierno; que no hacía, en una palabra, nada: yo admito que S.S. no ha faltado a su deber. ¿Y qué? Pues el Gobierno cree conveniente al servicio del Estado que S.S. no continúe allí donde estaba, y propone a S.S. la dimisión. ¿Hay en esto agravio para su señoría? ¿Puede haberlo para nadie? Y esta es la cuestión, ni más ni menos. Ha hecho el Gobierno bien o mal: pero ¿ha estado dentro de sus atribuciones? Pues si ha estado el Gobierno dentro de sus atribuciones; si ha hecho el Gobierno mal, que no siempre los Gobiernos aciertan, ha podido hacer lo que ha hecho, y lo ha hecho porque ha podido.

Yo no quiero hacerme cargo de las razones que ha dado S.S. para presentar la dimisión, ni de cómo el Gobierno se ha quedado y S.S. ha salido. Su señoría verá, cuando estudie más tranquilamente las palabras que con este motivo ha pronunciado, si ha sido prudente pronunciándolas.

El Gobierno se ha quedado porque no podía menos de quedarse, y S.S. ha salido de allí porque no podía menos de salir. No ha habido en eso duda de ningún género. El Gobierno ha creído que debía presentar al Rey un decreto, y el Rey lo ha firmado: ni más ni menos. Si el Rey no hubiera tenido confianza en el Gobierno, habría podido negarse a refrendar el decreto, lo cual era decir al Gobierno:?No tengo en ti confianza;? y el Gobierno hubiera cumplido con su deber retirándose. Pero el Rey ha refrendado el decreto; por él ha salido S.S. y por él ha quedado el Gobierno. No hay más razón para lo uno y para lo otro, ni puede haberla, Sr. Gándara; y yo protesto contra las palabras que S.S. ha pronunciado aquí con ese motivo.

Por lo demás, y sin tener yo necesidad de explicar las razones que han asistido al Gobierno para admitir la dimisión de un funcionario público, porque son un resorte exclusivo del Poder ejecutivo, yo puedo decir a S.S. que las mismas explicaciones que ha expuesto justifican perfectamente el motivo que el Gobierno ha tenido para obrar de la manera que lo ha hecho.

Refiriéndome a una línea en blanco que S.S., a pesar de tenerla en blanco, ha querido leer, valiera más que S.S., ya que estaba blanco, no ha hubiera leído. Y por lo que hace al Gobierno, debo manifestar que lo que el Gobierno ha hecho ahora no es un acto de venganza por lo que S.S. leía en esa línea en blanco; es un acto de justicia; porque el Gobierno vio que no había el arrepentimiento que debía haber, y que se insistía en las mismas faltas, en los mismos errores; faltas y errores cometidos con buena fe, faltas y errores cometidos con buena intención; pero al fin, faltas y errores que pudieran con el tiempo traer peligros al país.

Si S.S. quiere leer más en esa línea en blanco, léalo; pero yo protesto de que no conviene que S.S. lo lea. Por lo que hace a los individuos del Gobierno, si S.S. quiere leerlo, el Gobierno no le pone traba ninguna; lo deja a la prudencia de S.S.

Pero es bueno que aclaremos aquí esta especie de reticencia; no se venga con una línea en blanco y con una especie de misterio a hacer creer que el Gobierno en el acto que ha creído conveniente realizar para el mejor servicio del Estado, ha tomado una venganza por lo que S.S. ha querido leer a pesar de estar en blanco; no. El Gobierno pudo y debió entonces tomar una determinación que no tomó porque atribuyó aquel acto a un exceso de buena fe; pero aquello se ha visto repetido de otra manera, y ha creído que era una insistencia que no convenía a los altos intereses del Estado; por lo cual el Gobierno ha tenido que proceder como ha procedido.

Todo eso se puede hacer sin que se favorezca especialmente a un partido determinado, y sin que se impida que entren en el Real alcázar los que lo tengan por conveniente, en lo cual no solo no ha opuesto reparo el Gobierno, sino que ha tenido muchísimo gusto; pero sin que se critiquen las operaciones de la guerra, que, como S.S. ha dicho, se han criticado, por lo menos las operaciones preliminares del Gobierno en los asuntos del Ministerio de la Guerra, y el puesto que S.S. ocupaba no es para criticar las operaciones del Gobierno. Vea S.S. cómo sin que el Gobierno tenga las quejas que S.S. ha dicho, y mucho menos las haya expuesto, porque no las ha expuesto, pudo haber sucedido y ha debido suceder lo que ha sucedido.

Por lo demás, yo podría decir una cosa al señor general Gándara. No se lo atribuyo a nadie, pero momentos ha habido que en el Real alcázar se ha tenido la creencia íntima de que nuestro ejército estaba derrotado y que el Pretendiente y sus huestes estaban tan victoriosas, que faltaba poco menos que nada para llegar a las puertas de Madrid. ¿Quién ha hecho esa atmósfera? ¿Cómo se ha hecho? No lo sé. Pero algún deber tienen las personas que están al lado de S. M. el Rey y S. M. la Reina. ¿Es que se hacía creer allí que nuestro ejército estaba en peligro, porque las operaciones del Ministerio de la Guerra no iban bien? ¿Es que eso consistía en la crítica que de esas operaciones hacía el jefe del cuarto militar de S. M. el Rey, llamado allí para otras cosas y para cumplir otros deberes? (El Sr. Gándara: Yo he negado eso siempre.)

Pues no basta eso: están allí los servidores del Estado para impedir que esas noticias lleguen allí, y no solo que lleguen, sino que tomen cuerpo hasta el punto de hacerlas creer, dudando de las noticias del Gobierno; dudando de las noticias del Gobierno, cuando el Gobierno en este punto ha sido tan franco que desde el primer día dijo:?lo mejor es decir completamente la verdad,? como efectivamente lo ha hecho, no ocultando absolutamente en nada las peripecias de la guerra civil que comenzaba, y que afortunadamente puede darse por terminada; pues a pesar de las malas disposiciones del Ministerio de la Guerra y del Gobierno en los asuntos de la Guerra, el Gobierno ha vencido en quince días una insurrección que empezó con una pujanza mayor que la que tuvo la guerra de los siete años. Su señoría, que es de aquel país y que es su digno representante, lo sabe muy bien. La guerra civil que duró siete años, que asoló nuestro país, y cuyas desgracias estamos todavía llorando, no comenzó con la pujanza y la fuerza con que dio principio esta guerra del Pretendiente. Sin embargo, aquella duró siete años, y ésta ha sido terminada y vencida en quince días. (El Sr. Seoane: Todavía no.)

Eso es lo que desean algunos; y como el deseo persuade [126] tanto, por eso sin duda se cree que no ha concluido. (El Sr. Seoane: Pido la palabra.)

Señores Senadores, yo concluyo, porque, como dije al principio, me encuentro en una situación muy difícil. Yo no puedo explicar ciertas cosas, no debo explicarlas, a pesar de la provocación del señor general Gándara, que en mi opinión no ha debido hacer, por consideraciones que todos debemos guardar, pero que, quizás más que todos, debiera tener S.S.

Y termino, señores, diciendo que el señor general Gándara ocupaba un cargo del Estado, era un funcionario público que nombró el Ministro de la Guerra, y que éste ha tenido por conveniente admitir su dimisión. Esta es la única razón que tengo que dar a las palabras de S.S.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Gándara tiene la palabra para rectificar.

(Habla el Sr. Gándara.)

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo no quiero que S.S. quede ofendido conmigo en la idea de que le he dirigido o he querido dirigirle insultos de ninguna clase: yo me he referido a la prudencia y circunspección que deben tener los funcionarios públicos para abandonar su puesto; pero no me he referido a su dignidad, ni a la de S.S. ni a la de nadie, porque creo que en cuestiones de dignidad nadie es mejor juez que uno propio. Por lo demás, si son cargos al Gobierno, siento que S.S. no los diga y no los hable (El Sr. Gándara: Puede decir V. S. impunemente cuanto quiera); cuanto antes mejor, porque tengo la evidencia que no me puede dirigir ninguno, y que si me los dirige serán perfectamente contestados; los espero hasta con gusto. Por lo demás, S.S. se ha vuelto a referir a otro hecho de la línea blanca; ya sabe S.S. las consideraciones que había que tener presentes para que aquel hecho no se hiciera público; pero si S.S. quiere hacerlo público, el Gobierno lo sentirá, no por el Gobierno, pero tampoco le pone a S.S. veto alguno el Gobierno. (El Sr. Gándara: Tengo el mío.)

Con eso y todo, siento que en lo que ser refiere al Gobierno S.S. no esté todo lo explícito que quiera, porque el Gobierno está dispuesto a contestar.

Si S.S. lo deja para cuando no sea Ministro, no me importaría, si no fuera por el plazo, que presumo que todavía es largo; si no fuera por eso, yo lo desearía, porque al fin y al cabo, libre del banco del Senador o el Diputado podré contestar mejor a S.S.; que siempre atan a uno ciertas consideraciones en este banco. Por lo demás, protesto otra vez contra las palabras que ha vuelto a referir S.S.: el Gobierno no está aquí porque S.S. lo ha querido. (El Sr. Gándara: No he dicho eso; que para que continuara he hecho esfuerzos); está aquí porque S.S. ha tenido empeño en salir; si no, no pudiendo continuar ni S.S. ni el Gobierno simultáneamente, uno de los dos tenía que salir. El Gobierno está aquí porque ha debido quedar, y no ha dependido, ni mucho menos, de la voluntad de S.S. (El Sr. Gándara: Me he esforzado en facilitar la dificultad.)

No había necesidad de facilitar la dificultad; la [127] dificultad estaba facilitada constitucionalmente, se facilitaba muy bien; la facilitaba la Constitución del Estado, la facilitaba la organización de los poderes públicos; la facilitaban las instituciones que nos rigen, y no había necesidad de que S.S. facilitara una cosa agregando su peso, cuando estaba facilitada por nuestras leyes y por la organización política. Eso he querido decir: que no quiero que conste sino que el Gobierno está porque debe estar, y no por la voluntad de S.S.



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